Los angelitos de Cura Mori

Dorina Flores y la comunidad feliz

Conozco Prisma desde sus inicios, empecé a trabajar en la institución casi desde el día de su fundación. En todo este tiempo me enteré y experimenté diferentes historias de gente maravillosa a la que nos tocó ayudar. Una de las historias que más me marcó sucedió a inicios de los años 90.

En esa época mi labor era de coordinadora en el distrito de Cura Mori, una zona bastante rural a 40 minutos de la ciudad de Piura, del Programa de Alimentación y Nutrición para Familias en Alto Riesgo (PANFAR), que Prisma desarrollaba en todo el país.

Era un día bastante caluroso, y yo acostumbraba descansar por la tarde en la casa de la familia que me daba posada, cuando de pronto algo me llamó la atención: alrededor de las 4pm pasó una procesión de personas, llorando y acompañando un pequeño cajón blanco. La señora que me acogía me dijo: «Es un angelito que se ha muerto».

Luego de 15 minutos vi pasar la misma escena y así varios días. Una tarde vi pasar 4 “angelitos” en sus cajones al cementerio. Me quedé impresionada.

La señora de la posada comentó: “No sé qué está pasando, pero los niños mueren a los 7 días, a los 10 días, a los dos meses, pero siempre antes de cumplir los 6 meses”. De no haberlo visto, no lo hubiera creído.

No podía quedarme con los brazos cruzados. En esa época Prisma estaba en busca de las zonas para implementar el proyecto Kusiayllu (Comunidad Feliz), que trataba de combatir la desnutrición aguda en menores de tres años. Hablé con las directoras de Prisma y les dije ¡Tienen que venir a Cura Mori!

Llegar a Cura Mori en ese entonces era muy difícil. El transporte era escaso y los carros rara vez pasaban. Organicé, junto con el alcalde de Cura Mori, la visita de las directoras a la zona. Nos ofrecieron el único transporte que tenían: una minivan que llevaba a los niños a los colegios de Catacaos y la ciudad de Piura.

Al llegar, las directoras se reunieron con madres, autoridades y técnicos de salud de la posta. Les comentaron sobre la situación de Cura Mori, de la muerte de sus “angelitos” y lo preocupados que estaban. Entonces mi primera tarea quedó definida: realizar un diagnóstico de salud nutricional de los niños y niñas de la zona.

Los resultados fueron impactante: más del 80% de desnutrición crónica infantil, una cifra que impactó igualmente al director de la Dirección Regional de Salud – DIRESA Piura, quien dispuso realizar otro diagnóstico nutricional que confirmó la información que habíamos proporcionado.

En 1992 se inicia el proyecto Kusiayllu en Cura Mori. A lo largo de 8 años logramos bajar notablemente la tasa de desnutrición infantil: del 80% al 17%. La experiencia de trabajar en el Kusiayllu fue hermosa. Gracias a Kusiayllu conocí a gente aguerrida y comprometida con su comunidad, y también hice amigos para toda la vida.

Lo que más me llenó de alegría y emoción fue formar 50 promotoras de salud que se distribuyeron en los diferentes caseríos de la zona. La iniciativa de la gente de cambiar la situación de su comunidad era palpable.

Una carta para Dorina

El Kusiayllu duró hasta el año 2000. Al finalizar el proyecto hicimos una despedida con la presencia de los directores de la DIRESA Piura, autoridades del lugar y las promotoras, muchas de las cuales no sabían leer ni escribir, pero eso para nosotros no fue un impedimento porque eran líderes de su comunidad. Ellas fueron las que orientaron a las jóvenes a continuar un trabajo honesto.

En la ceremonia le preguntaron a una de las promotoras que era analfabeta, cómo sentía que la desnutrición había bajado en Cura Mori, ella respondió:

“Bueno doctor, yo mis letras no sé, lo que único que yo sé es que en mi barrio, en Monteverde, yo comencé atendiendo 25 niños y hace varios meses que no tengo ningún niño desnutrido en mi barrio, entonces para mí eso es mejorar”

Promotoras de salud, mujeres que se comprometieron con el estado nutricional de los niños de su comunidad.

También organizamos una fiesta infantil para que los niños puedan disfrutar. Fueron todas las mamás con sus niños. Una de las mamás con su pequeñito se acercó y me dio un regalito. Cuando lo revisé me percaté que me había regalado un cuadrito del Señor de los Milagros, con el mensaje “para que la proteja siempre”. Detrás del cuadrito, había una cartita escrita por el pequeño que decía:

“Señorita Dorina de Prisma, todos los niños de Cura Mori estamos muy agradecidos porque ahora somos niños sanos. Estamos muy contentos que hayan venido acá a Cura Mori”. Hasta ahora la tengo guardada y la conservo como un lindo recuerdo de aquel momento. El niño ahora es un joven y ya tiene un niño.

Ser parte del Kusiayllu fue la experiencia más bonita que he tenido en Prisma. La libertad para proponer y la independencia para realizar el trabajo siempre me alentaron. No solo hemos desarrollado proyectos de salud, siempre hemos trabajado para cambiarle la vida a la gente. Integrar a toda la familia es un avance importante.

30 años después, cuando llego a Cura Mori, es como llegar a mi casa y reunirme con mi familia, reencontrarme con amistades, con madres, con niños que ahora son jóvenes. Me trae muy buenos recuerdos.

Comentarios

Prisma ONG