Salimos a las 6:30 de la mañana el 22 de junio, con Milagros y Jhoana. Compramos arroz, cebolla y atún para cocinar el almuerzo. Había preparado 4 litros de agua el día anterior. Tomamos una mototaxi, pasamos a comprar pan y subimos a un carro rumbo a Bayóvar. Después de un momento Jhoana pide al chofer que pare y me dijo “bajamos”, me extrañó porque no había nada, sólo la carretera. Le dije “¿¿bajamos??” y me dijo que sí. Cuando se fue el carro vi una camioneta del otro lado de la ruta. Cruzamos y estaban dos señores de Petroperú esperándonos. Subimos y nos fuimos. Intentamos contactar a Nora, que estaba con Ceferino, y a quienes tuvimos que recoger en el camino. Era complicado entenderse por teléfono pero por fin les encontramos justo antes de salir de la carretera y de tomar una pista de tierra. Allí entramos al desierto. Casi una hora después llegamos a Belisario y dejamos a Milagros en el colegio para que haga el acompañamiento en gestión escolar con el docente. Seguimos y dejamos a Nora en el colegio del Barco. Por último, nos llevaron a Jhoana, Ceferino y a mi hasta Tres Cruces.
Está el colegio y unas casas, nada más. Es aún más pequeño que los dos primeros pueblos. Encontramos al profesor Ramón Villegas y fuimos a presentarnos en las diferentes aulas. El colegio tiene 3 aulas, una de secundaria, una de primaria y el último está separado entre el inicial y el comedor con la cocina. El aula de primaria estuvo ocupada por unas 4 personas que pintaron los muros en verde claro. Los niños de primaria se quedaron en el comedor. Con los de inicial había una responsable y una madre de familia, explicando a los niños lo que hay que hacer en casa para ayudar a la familia.
La profesora María Lozada estuvo haciendo la clase a los de secundaria. Nos presentamos a la clase de primaria. Como Ceferino tuvo que hacer el acompañamiento de gestión escolar con el profesor Ramón Villegas, Jhoana y yo nos quedamos con los niños de primaria durante ese tiempo, ayudándoles con su trabajo.
Luego tuvieron una pausa durante la cual salieron todos a jugar con los de secundaria en el terreno de deporte que está afuera. Durante este tiempo hablamos con la docente de secundaria María Lozada.
Nos dijo que era de La Unión y que se quedaba tres días a la semana, los otros dos otra profesora viene. El miércoles es el día cuando se va de Tres Cruces y nos cuenta que es bastante feliz al irse a casa. Duerme en su aula, y además no puede comunicarse con sus familiares. En efecto no hay Internet ni señal para los teléfonos móviles. Tiene electricidad pero agua no hay. Es una vida difícil, sobre todo cuando uno está acostumbrado a una cierta comodidad. Luego hablé con Milagros porque fue nombrada al colegio del Barco y trabajó un año allí, quedándose cinco días a la semana. Me dijo que sí es duro, pero sobre todo al principio. Luego hay que adaptarse y acostumbrarse. Seguro que cuando uno no puede elegir tiene que adaptarse y familiarizarse al nuevo estilo de vida, pero sigue siendo difícil y sentí mucho respeto porque hay que ser muy fuerte y con mucha determinación para soportar una vida tan alejada de todo.
Llego el fin de las clases a la 1:00p.m y los alumnos empezaron a volver a casa, caminando a través del desierto. Los más chiquitos esperaron a sus hermanos y hermanas mayores para volver juntos.
Pero también algunos se van solos a casa. Es la realidad del desierto: niños caminando solos durante horas para ir a la escuela, ¡y volver! Caminan de 30 minutos hasta 4 horas. Pueden ser 8 horas por día, y son niños. Tiene muchos impactos sobre sus cuerpos, les cansa y necesitan hacer más esfuerzos en clase para seguir siendo atentos. Además hay peligros, como los animales. Hace unos meses una niña de 5 años fue mordida por una serpiente venenosa y tuvieron que llevarla a Piura lo más rápido posible. Si pasa cuando está sola en el desierto podría ser fatal…
Estos niños que encontramos tienen el mérito de estudiar en condiciones difíciles y de seguir motivados para venir a la escuela y aprender más. A veces no vienen, no porque los padres no quieren mandarles sino porque no pueden, por los peligros o la distancia. Estos casos no son fáciles de escuchar porque todos tienen derecho a la escuela y como padre debe ser muy doloroso no poder hacer que su hijo o hija vaya a la escuela. Pero son historias que se escuchan por el desierto.
Cuando los niños se fueron a casa, Jhoana y yo empezamos a cocinar el almuerzo con lo que habíamos traído. En el comedor hay grandes envases con agua, también hay gas para cocinar.
Hicimos arroz con puré de papas y atún con cebolla. ¡Nos tomó más de una hora! Como Milagros y Nora no vinieron, almorzamos con Ceferino y el profesor Ramón. El profesor Ramón quiso llevarnos al anexo del colegio San José, para que visitemos. Nos fuimos con un padre de familia que tuvo movilidad, sino no se podía porque está bastante lejos. Entonces subimos en el motofurgon y nos fuimos por el desierto.
Llegamos al anexo San José, bien aislado también y hecho de madera, sin verdaderos muros. El techo está en chapa y se mantiene sobre ramas de bambús con hilo de metal. Hay padres de familia que luchan para que no sea un anexo sino un colegio para que tenga infraestructura y sea reconocido. Porque ahora todo lo que tiene el anexo está prestado por Tres Cruces. Significó mucho para ellos que vengamos a visitarlos porque cuentan con el proyecto para apoyar su demanda de tener un colegio de pleno derecho. Fue impresionante ver tanta determinación, tanta lucha para la educación de sus hijos e hijas.
Entramos a ver los niños de inicial que son tres:
Luego fuimos al otro lado del aula, donde están los alumnos de primaria y secundaria.
Nos presentamos, hablamos del proyecto y cada niño se presentó diciendo su nombre, grado, y el tiempo que camina desde su casa hasta la escuela. También habían algunos niños que caminaban hasta 3 horas para venir. El profesor Ramón nos explicó que venía por las tardes para dar clase al anexo. Este anexo lo hicieron para que sea más cerca de los niños que viven muy lejos. El profesor esta por las mañanas en Tres Cruces y por las tardes va a San José. Es mucho trabajo para él y no tiene más remuneración ni reconocimiento (excepto por parte de los niños y de los padres de familia, pero no del Estado). Además, eligió el puesto en Tres Cruces. El profesor da todo lo que tiene para los niños del desierto. Motiva mucho encontrar a personas tan implicadas y que luchan para lo que creen. También fue muy agradecido por nuestra visita y significa mucho para el proyecto y lo que hacemos.
Decidimos tomar una foto afuera, abajo del árbol.
Nosotros también volvimos a Tres Cruces. Cuando llegamos Nora y Milagros todavía no habían llegado. Descansamos un poco y por fin llegaron, cada una en una moto. Les tomo más de una hora y media para encontrar movilidad desde el Barco. Almorzaron y descansamos viendo el sol acostarse.
Con el viento, la temperatura bajó y nos pusimos nuestros jumpers. Empezamos a preparar la cena, pero no había luz en el comedor porque los paneles solares no funcionaron. Con ayuda de los flashes de los teléfonos móviles hicimos café y empezamos a comer pan con mantequilla y mermelada. Una madre de familia entro en el comedor con su lámpara frontal y platos en las manos. Nos dio a cada uno un plato, con arroz y carne de cabrito. No esperábamos nada y como no tienen mucho la agradecimos de corazón. Me conmovió mucho la atención y la amabilidad de la gente.
Dormimos los 5 en el aula de la profesora que se había ido. Hacia más frio que durante el día pero no me molesto ya que estoy acostumbrada a más frio que la gente de aquí. Nos despertamos a las 7:00 a.m del día 23 de junio. Fuimos a desayunar en el comedor y también la madre de familia nos preparó arroz, cabrito y papas. Yo di mi cabrito a otra persona porque no estoy acostumbrada a comer carne por la mañana y tuve miedo que me caiga mal.
Fuimos a tomar fotos con los niños y a despedirnos del PRONEI de la misma comunidad. Nos percatamos de la presencia de los padres de familia acompañando a sus hijos que todavía no se adaptaban.
Después nos despedimos de los niños de primaria. Les expliqué de donde soy y les pregunte si sabían dónde está en el mapa. Un estudiante participo para indicar Francia en el mapa. No lo encontró, entonces les enseñé, mostrándoles la distancia entre Francia y Perú. Les conté sobre mi viaje, que vine en avión durante 15 horas de vuelo. Fueron muy atentos ante la explicación.
Para llevarnos un recuerdo fuimos afuera a tomar una foto donde se evidencia la insignia de la IE y sus lemas:
Subimos en la camioneta de Petroperú que vino a llevarnos y paramos en El Barco para visitar la IE. Allí también nos tomamos una foto con los niños y la docente Yeny:
No teníamos mucho tiempo, nos despedimos de ellos y subimos otra vez en el coche para esta vez irnos del desierto hasta la Provincia de Sechura.
Nos llevaron hasta un punto donde tomamos un auto para La Unión y luego en La Unión tomamos otro para Sechura. El viaje de vuelta fue cansando además de todas las emociones que tuvimos durante éstos dos días.
Al final, estoy muy agradecida al equipo de Prisma por confiar en mí y ofrecerme la posibilidad de vivir esta experiencia. No hubiera podido acércame a la realidad del desierto en otras circunstancias. Ha sido único encontrar a la comunidad y a los profesores, que tienen una vida completamente diferente de lo que había visto hasta ahora. Allí el proyecto es particularmente pertinente porque las instituciones educativas son alejadas del gobierno y necesitan que nosotros les tomemos en cuenta.
Al nivel personal me di cuenta aún más de la necesidad de desarrollar proyectos sociales para ayudar a las personas en condiciones precarias. Puede ser difícil emocionalmente pero estoy convencida que es esto a lo que tengo que dedicarme. Esta experiencia se inscribe en el marco de mi práctica en Prisma que cada día confirma que no me equivoqué de itinerario profesional.