Marelys (20) y su pareja Luis (23) tomaron la decisión de emprender un viaje de más de dos mil kilómetros, pasando por Venezuela, Colombia y Ecuador, para asentarse en la ciudad de Trujillo, en el departamento peruano de La Libertad.
Dicha travesía migrante estuvo motivada, de inicio a fin, por la búsqueda de un lugar seguro para criar a su pequeña hija (3) y acceder a más oportunidades de vida. Esta elección los ha llevado a empezar de cero en un lugar nuevo y a enfrentar diversos retos sociales, culturales y económicos.
A continuación, su historia.
| La decisión de partir por una vida mejor
Marelys nació y creció en Barinas, una ciudad al occidente de Venezuela que se caracteriza por su clima caliente. Allí, junto a su mamá y su hermana, afrontó los desafíos para acceder a los sistemas de salud, educación y una alimentación adecuada, debido a la crisis nacional que se vive en su país.
“Cuando yo estaba estudiando [en la escuela], me pedían artículos de comida: arroz, litros de aceite, frijoles… y a la familia no le alcanza, por eso puedes pasar hasta 3 meses sin estudiar”, comenta Marelys.
Cuando nació su hija, Marelys y Luis tuvieron que replantear el futuro de su familia debido a las condiciones en las que tendría que crecer la menor. Por ello, decidieron viajar a Colombia en busca de oportunidades laborales. Juan viajó primero y, dos meses después, Marelys emprendió la ruta para encontrarlo en la ciudad de Bogotá.
Sin embargo, tras una corta estancia en dicha ciudad, no pudieron establecerse debido a las necesidades económicas que enfrentaron. Durante ese tiempo, la hermana de Marelys les sugirió migrar hacia Perú, contándoles sobre las oportunidades que ella había presenciado viviendo en este país. Fue así que la familia se encaminó por Ecuador, hasta llegar a la frontera con tierras peruanas.
Si bien el recorrido no tuvo mayores inconvenientes, su experiencia no fue ajena a la xenofobia. En varios países de Latinoamérica, las autoridades públicas han sido los principales promotores en contra de las personas en situación de movilidad humana. Esto se ve reflejado en los discursos políticos y en los sociales, los cuales se basan en prejuicios y estigmatización pública, haciendo más difícil el proceso migratorio de miles de personas como Marelys y Luis.
“No fueron amables, pues, se sentía que el trato era distinto por no ser del país… por ser venezolanos”.
Sin embargo, ella reconoce que cambiar la visión sobre los migrantes en la población de acogida es un proceso y que solo queda contribuir positivamente en los espacios donde se están asentando.
| Trujillo: la ciudad que les recuerda a Venezuela
Cuando la familia llegó a Perú, se asentaron en Trujillo. Marelys cuenta que el clima de esta ciudad norteña le recuerda mucho al clima cálido de su natal Venezuela. “Allá hacía calor todo el año, quemaba como aquí… los venezolanos estamos acostumbrados al sol, a quemarnos”, comenta.
Tras su llegada, tuvieron la oportunidad de residir temporalmente con la hermana de Marelys; asimismo, Juan consiguió rápidamente trabajo en el rubro de la construcción. La percepción de la familia sobre el trato de la gente también fue más positiva aquí, pues menciona que son “más amables”.
Fue también su hermana quien le comentó sobre los servicios que las organizaciones nacionales e internacionales brindan para mejorar la calidad de vida de las personas migrantes y refugiadas. Por ese motivo, ella asistió a una jornada de servicios, donde el proyecto SERVIR se encontraba brindando atenciones de salud y protección contra la violencia.
| Cómo apoyó el proyecto SERVIR
Marelys y Luis asistieron a la campaña itinerante del Proyecto SERVIR, para acceder a los servicios de salud. Como pareja joven, se atendieron en el servicio gratuito de planificación familiar pues buscaban un método anticonceptivo adecuado para ellos.
El proyecto busca contribuir a lo dispuesto en la legislación peruana, la cual establece que toda persona, sin importar su estatus migratorio, puede acceder a cualquier establecimiento de salud para recibir orientación y consejería sobre planificación familiar. Además, le corresponde a la misma persona escoger el método anticonceptivo de su preferencia.
Marelys solicitó el implante subdérmico que tiene una duración de 3 años. La obstetra realizó la inserción, con base en el protocolo sanitario, y adicionalmente les realizó a ambos un tamizaje de VIH/SIDA y sífilis.
Gracias a esto la pareja podrá planificar mejor su familia y este es un paso importante para seguir mejorando su calidad de vida.
“Si estás campañas estuvieran allá (Venezuela), nos ayudaría mucho”, comenta Marelys.
Adicionalmente, su pequeña hija fue inscrita en el Seguro Integral de Salud del país y se le hizo monitoreo telefónico para la activación del mismo. Ahora podrán atenderla y llevarla a sus controles de crecimiento y desarrollo en cualquier establecimiento de salud público.
Marelys y Luis fueron beneficiarios de esta iniciativa que se desarrolla gracias al apoyo de la Oficina de Población, Refugiados y Migración (BPRM) y al Comité Internacional de Rescate (IRC), quienes buscan garantizar la igualdad de oportunidades para personas con necesidad de protección internacional.