Una tarde con la voluntaria América Chunga
Media hora caminando, 32° de temperatura, América avanza a paso firme; a lo lejos asoma una mototaxi, un par de señas, sonreímos y subimos. “Aunque hay poca movilidad, todos son muy solidarios” me comenta.
Llegamos a nuestro destino a tiempo, Anyi de 9 años nos espera, reconoce a mi compañera y corre a abrazarla, “mamá no está en casa pero la voy a ver a la chacra” y se pierde entre los árboles.
A América le encantan los niños, tiene uno en casa y uno en el vientre, le pedimos que descanse por su estado pero “aun llevo dos meses, puedo enseñar” nos responde con actitud.
Inicia la visita, un cuento para empezar, saca una máscara y se convierte en la mamá abeja, primero lo hace ella y luego es el turno de la mamá de Anyi. América le enseña cómo hacerlo, le da confianza, “vamos pierda los nervios, verá que también se divierte”.
América tiene 30 años, vive en un caserío lejano llamado Cerritos en Sechura y es Voluntaria por la Educación hace dos años
“decidí entrar al voluntariado porque me di cuenta que la gente se queja de todo; de la delincuencia, de la corrupción, de que no avanzamos, pero de eso no pasan, sólo se quejan, es hora de cambiar las cosas, de trabajar por la educación” nos dice orgullosa.
América no espera que los demás hagan las cosas, América actúa.